Ray, mi viejo
amigo. Te descubrí a los veinte años gracias a otro amigo, Santiago, con el cual también transitamos juntos
cuarenta años de amistad. Tengo la mayoría de tus libros. Los tengo en las
viejas ediciones de Minotauro que ya están con sus hojas amarillentas y he
tenido que pegar sus tapas con cinta adhesiva de tantas veces que los he
releído
Influiste decididamente
en mi escritura. Y mirá que paradoja. Yo no escribo ciencia ficción, pero vos
tampoco, vos te escondías en los relatos
ubicados en Marte o en el futuro para contarnos la cosas que nos pasan todos
los días acá, en la Tierra, hoy. Pero tu prosa poética y climas profundos nos ayudaron a encontrarnos con nuestra
soledad como en “La feria de las tinieblas”, con nuestra rebeldía como en Faherenheit
451 (guardaremos en la memoria todo lo que nos quiten, todo los que nos quemen), nuestra alegría cuando
pintamos el mundo con nuestro propio color como en “Las doradas manzanas del
sol”.
Nunca pude
conocerte personalmente porque cuando viniste a la Argentina esperé tontamente
al último día para ir cargado con mi bolsa de libros deseando que los
autografiaras y me encontré que te habías sentido mal y tuviste que
regresar de inmediato a tu país.
Me desilusioné
cuando defendiste las políticas de Ronald Regan y recibiste una condecoración de manos de Bush porque no veía como se
compatibilizaba tu espìritu libertario con hombres que despreciaban la vida de
los más humildes. Pero como se hace con los amigos, te quise como eras, sin
juzgarte.
En la primera
edición en la Argentina de “Crónicas Marcianas”, en 1955, Jorge Luis Borges, al
prologarte nos dijo: " Otros autores estampan una fecha venidera y no les
creemos porque sabemos que se trata de una convención literaria. Bradbury
escribe 2004 y sentimos la gravitación, la fatiga, la vasta y vaga acumulación
del pasado. En este libro de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto
sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad.”
Tus mejores obras
las escribiste a mediados del siglo veinte y parece que hoy nos interpelan en
cualquier punto del planeta. Por eso son clásicos y vos un escritor universal.
Pediste que tus
cenizas fueran puestas dentro de una
lata de sopa y algún día, enviadas a Marte. Aunque te vayas tan lejos, viejo
amigo, acá te vas a quedar conmigo cada vez que relea tus cuentos y novelas,
saboreando muy despacio tu mundo literario y tratando que no se desprendan ni se pierdan esas
hermosas hojas amarillas.
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