El tipo lo vio que venía por la vereda de
enfrente.
Era el flaco. Y se cruzó
a saludarlo.
El tipo y el flaco se
estrecharon las manos.
- ¿Qué hacés flaco por el barrio, tanto tiempo?
- Vine a ver un cliente.
- Sí, justo el otro día estuve con el colorado hablando de
vos.
- Sí, el colorado, es cliente mío.
- Me contó de tu laburo nuevo. No lo podía creer.
- ¿Por qué, es laburo?
- Bueno, pero no me vas a negar que es raro, ¿Cómo se te
ocurrió?
- La cosa venía mal. Los últimos dos negocios no
funcionaron. Entonces me puse a estudiar esto de la oferta y la demanda. Si
tenés un producto que la gente necesita, y sabés ponerlo en el mercado, tiene
que funcionar. Pero se tienen que dar las dos cosas. Que se necesite y vos lo
puedas producir.
- ¿Así de fácil?
- No creas. Al principio costó. Lo que vendo necesita
confiabilidad. Así que utilicé el boca a boca. No daba para publicitarlo por internet. Ahora tengo una clientela fija. Eso sí, le pongo el alma al laburo, si no se pudre todo.
- ¿Y cobrás bien?
- Cincuenta mango la unidad. Buen precio. Y si no le
satisface al cliente devuelvo la guita. A la provincia le agrego viáticos. Pero
como no tengo gastos de producción me queda todo limpito.
- Las minas que te debés levantar con tu laburo, flaco.
- No, no, no mezclo laburo con levante. Arruinaría el negocio y volvería a quebrar como en los
anteriores.
- ¿Pero en serio tenés tanto laburo?
- Y sí, fijate, en la plaza hay faltante y yo tengo de
sobra. Cierra. Bueno pibe, te dejo, se me hace tarde y la puntualidad en esto
es importante.
- Esperá flaco –dijo el tipo sacando la billetera- ¿no me … venderías uno?
- Guardá eso pibe. Por los recuerdos de la infancia va sin
cargo. Después si te hacés cliente te hago precio como al colorado. Con una o
dos unidades al mes vas a andar bien.
- ¿Pero acá en la calle, y yo que hago?
- En cualquier lugar se puede recibir el producto. Vos si
querés cerrá los ojos. Solo relajate.
Y el
flaco, acercándose al tipo le dio un sentido, sostenido y afectuoso abrazo.
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