martes, 14 de junio de 2016

¡Me compré el faro del fin del mundo!



No saben la alegría que tengo. Desde chiquito me gustaron los faros. No sé por qué. Coleccionaba todas las fotos de faros de todas partes del mundo.
Por eso no saben la alegría que me agarré cuando supe que tenía la oportunidad de comprar el faro del fin del mundo de Tierra del Fuego. Sí, ya sé que me van a querer arruinar la alegría diciéndome que el verdadero faro es el que estaba en la isla de los Estados, donde estuvo Julio  Verne. Pero no soy tonto, el de Tierra del Fuego, por unos grados de latitud y longitud es el que está más al sur, es el faro del fin del mundo.
Bueno, les cuento como hice el negocio. Como todas las cosas buenas fue de casualidad. Estaba en la cubierta, en la excursión al faro,  viéndolo de cerca y debo haber mostrado mi embeleso cuando escucho a mi lado:
-    --    ¿Gusta faro? ¿ Veo gusta faro?
Un japonés, esos viajes están llenos de japoneses que se la pasan sacando fotos pero éste no tenía cámara y me repitió la pregunta.
-       Sí- dije yo- me encantan los faros. Tienen un misterio, dan un mensaje, altos, una mole de ladrillos que arroja su luz por las noches para guiar  con seguridad  a los viajeros.
-       Misma idea mía- se sorprendió el japonés- Yo enamorado de faro. Por eso yo compré faro.
-       ¡Qué. Que´?
-       Faro mío, yo compré por esa razón ¡cómo era?.... una mole de…
-       …ladrillos que arroja su luz por las noches para guiar con seguridad a los viajeros… - repetí con emoción.
-       Eso… por eso yo compré faro.
-       ¿Cómo que el faro es suyo, no es de la provincia?
-       No… ahora todo privatizado. Puede comprar glaciares, bosques…
-       Y el faro…- completé yo.
-       Lástima que ahora vuelvo a Japón. La empresa me lleva otra vez Japón. Justo que compré faro.
-       ¿Y qué va a hacer?
-       Poner en venta faro. Pero urgente. Pasado mañana sale avión.
Yo no podía creer esta casualidad. Estaba con el dueño del faro del fin del mundo. ¡Y necesitaba deshacerse de él!
-       ¿Cuánto pide? – arriesgué
-       ¿Usted quiere comprar faro?- pareció francamente sorprendido.
-       Sí… ´pero no sé cuánto pide.
-       Yo quiero que faro esté con alguien que quiera al faro. Como yo, por eso de … una mole de…¡cómo era?
-       -- una mole de ladrillos que arroja su luz por las noches para guiar con seguridad a los viajeros”
-       Mire… japoneses duros… no lloran… pero a mí me emociona. Sería un honor que se quede usted con el faro.
-       Pero no sé si puedo pagarlo.
-       Haga una oferta. Yo escucho.
Como no me gusta dejar la plata en los hoteles, soy desconfiado, siempre la llevo encima cuando viajo. Tenía cuatro mil pesos distribuidos en distintas partes de mi cuerpo. Pero el tipo se me iba a reír si yo le ofrecía eso.-
-       Vamos hombre, haga una oferta- me animó el japonés.
Yo miré el faro. Estaba a doscientos metros. Parece que desde el rostro de cristales me guiñaban un ojo, cómplices de mi deseo.
-       Que se yo--- - y me animé- cuatro mil.
-       Pretendía un poco más- dijo el japonés- pero bueno, yo se que usted va a querer faro- acepto-
-        ¿Sí?- Yo no salía de mi asombro. Era todo lo que tenía pero ya estaba pagado el hotel y el desayuno. Me guardaría medialunas en la mochila para el resto del día. Era una oportunidad que no podía desaprovechar.
-       Me parece bien- dijo el japonés- cuatro mil dólares está bien.
-       ¿Eh?- sentí como el faro se derrumbaba ante mí- ¿dólares?
-       Sí, hombre, ahora todo es dólares
-       No, deje – me avergoncé de haber sido tan tonto ¿cómo iba a comprar el faro del fin del mundo tan barato? Y dije con vergüenza- disculpe, yo tengo cuatro mil … pero pesos
-       ¿Y cuál es el problema? Después los cambio ¿No están un peso un dólar?
¡Qué ponja boludo-  pensé-  se quedó en el 2001!  No , no me puedo aprovechar de él , soy un tipo honesto y empecé a decirle:
-       Oiga, no, yo tengo pesos pero ahora el dólar….
-       No me diga que se va a echar atrás – el rostro del japonés se puso recio- tanto amor por el faro, me da una oferta y ahora seguro quiere rebaja… todos los argentinos son iguales…. Sacan ventaja.
-       No, no es por eso- me ruboricé pensando que el tipo creía que estaba regateando- el faro me encanta, siempre soñé con tener uno. – si estoy más que conforme con el precio.
-       Bueno, entonces, trato hecho- y me extendió la mano.
Ma sí dije yo, siempre soy el boludo de los escrúpulos, yo le quise avisar, que se joda. Y le estreché la mano.
Fui al baño y saqué los cuatro mil pesos de todos lados, calzoncillo, medias, bolsillos, los conté y claro, como no soy ningún boludo le dije que teníamos que escriturarlo. Pero que yo no tenía un peso más.
-       Mire que casualidad- me dijo el japonés recobrando la sonrisa típica de su raza honorable- conocí  escribano en este viaje. Nos hicimos amigos. El seguro lo va a hacer de ¡cómo le dicen ustedes ¿guachada?
-       No- me reí- gauchada- y mi sonrisa se borró porque sentí que la guachada se la estaba haciendo yo con el curro de los pesos-dólares.
Bajamos, me presentó a su amigo, hicimos los papeles en diez minutes. Me fijé en todo. No soy un gil. Que coincidieran números de documentos, que dijera claramente que la propiedad del faro pasaba a mi nombre con todo lo que contuviera. Sí. Estuve muy atento.
En ese momento el barco empezó a moverse para regresar de la visita.
Lástima que no había podido siquiera visitarlo. Pero el ponja me había dicho que todo estaba en orden. El dormitorio. Calefacción. Pieza de huéspedes.
Subí a cubierta para ver como se iba quedando atrás la imagen del ahora MI Faro del fin del mundo.
Pero en la semana vendría a tomar posesión. El japonés me había dado tres llaves. Sí, les escribiría a mis hijos para que me mandaran un giro para alquilar una lancha para ir a Mi faro. Que contentos se iban a poner. Además era un negoción. Iba a hacer visitas guiadas para que lo conocieran por dentro. Me iba a llenar de guita. Chau buenos aires con tu smog y mal humor. A vivir del aire marino y la hermosa vista desde la cabina superior del faro.

Ah…. Ni que decir…. Ustedes están invitados, sin cargo eh?  Lástima que al bajar del barco no pude volver a ver al japonés para saludarlo. Mejor, así no me agarraba un poco de culpa.