No saben la alegría que tengo. Desde chiquito me gustaron
los faros. No sé por qué. Coleccionaba todas las fotos de faros de todas partes
del mundo.
Por eso no saben la alegría que me agarré cuando supe que
tenía la oportunidad de comprar el faro del fin del mundo de Tierra del Fuego.
Sí, ya sé que me van a querer arruinar la alegría diciéndome que el verdadero
faro es el que estaba en la isla de los Estados, donde estuvo Julio Verne. Pero no soy tonto, el de Tierra del
Fuego, por unos grados de latitud y longitud es el que está más al sur, es el
faro del fin del mundo.
Bueno, les cuento como hice el negocio. Como todas las
cosas buenas fue de casualidad. Estaba en la cubierta, en la excursión al faro,
viéndolo de cerca y debo haber mostrado
mi embeleso cuando escucho a mi lado:
- -- ¿Gusta
faro? ¿ Veo gusta faro?
Un japonés, esos viajes
están llenos de japoneses que se la pasan sacando fotos pero éste no tenía
cámara y me repitió la pregunta.
- Sí-
dije yo- me encantan los faros. Tienen un misterio, dan un mensaje, altos, una
mole de ladrillos que arroja su luz por las noches para guiar con seguridad
a los viajeros.
- Misma
idea mía- se sorprendió el japonés- Yo enamorado de faro. Por eso yo compré
faro.
- ¡Qué.
Que´?
- Faro
mío, yo compré por esa razón ¡cómo era?.... una mole de…
- …ladrillos
que arroja su luz por las noches para guiar con seguridad a los viajeros… -
repetí con emoción.
- Eso…
por eso yo compré faro.
- ¿Cómo
que el faro es suyo, no es de la provincia?
- No…
ahora todo privatizado. Puede comprar glaciares, bosques…
- Y el
faro…- completé yo.
- Lástima
que ahora vuelvo a Japón. La empresa me lleva otra vez Japón. Justo que compré
faro.
- ¿Y
qué va a hacer?
- Poner
en venta faro. Pero urgente. Pasado mañana sale avión.
Yo no podía creer esta
casualidad. Estaba con el dueño del faro del fin del mundo. ¡Y necesitaba deshacerse
de él!
- ¿Cuánto
pide? – arriesgué
- ¿Usted
quiere comprar faro?- pareció francamente sorprendido.
- Sí… ´pero
no sé cuánto pide.
- Yo
quiero que faro esté con alguien que quiera al faro. Como yo, por eso de … una
mole de…¡cómo era?
- --
una mole de ladrillos que arroja su luz por las noches para guiar con seguridad
a los viajeros”
- Mire…
japoneses duros… no lloran… pero a mí me emociona. Sería un honor que se quede
usted con el faro.
- Pero
no sé si puedo pagarlo.
- Haga
una oferta. Yo escucho.
Como no me gusta dejar la
plata en los hoteles, soy desconfiado, siempre la llevo encima cuando viajo.
Tenía cuatro mil pesos distribuidos en distintas partes de mi cuerpo. Pero el
tipo se me iba a reír si yo le ofrecía eso.-
- Vamos
hombre, haga una oferta- me animó el japonés.
Yo miré el faro. Estaba a doscientos metros. Parece que desde
el rostro de cristales me guiñaban un ojo, cómplices de mi deseo.
- Que
se yo--- - y me animé- cuatro mil.
- Pretendía
un poco más- dijo el japonés- pero bueno, yo se que usted va a querer faro-
acepto-
- ¿Sí?- Yo no salía de mi asombro. Era todo lo
que tenía pero ya estaba pagado el hotel y el desayuno. Me guardaría medialunas
en la mochila para el resto del día. Era una oportunidad que no podía
desaprovechar.
- Me
parece bien- dijo el japonés- cuatro mil dólares está bien.
- ¿Eh?-
sentí como el faro se derrumbaba ante mí- ¿dólares?
- Sí,
hombre, ahora todo es dólares
- No,
deje – me avergoncé de haber sido tan tonto ¿cómo iba a comprar el faro del fin
del mundo tan barato? Y dije con vergüenza- disculpe, yo tengo cuatro mil …
pero pesos
- ¿Y
cuál es el problema? Después los cambio ¿No están un peso un dólar?
¡Qué ponja boludo-
pensé- se quedó en el 2001! No , no me puedo aprovechar de él , soy un
tipo honesto y empecé a decirle:
- Oiga,
no, yo tengo pesos pero ahora el dólar….
- No
me diga que se va a echar atrás – el rostro del japonés se puso recio- tanto
amor por el faro, me da una oferta y ahora seguro quiere rebaja… todos los
argentinos son iguales…. Sacan ventaja.
- No,
no es por eso- me ruboricé pensando que el tipo creía que estaba regateando- el
faro me encanta, siempre soñé con tener uno. – si estoy más que conforme con el
precio.
- Bueno,
entonces, trato hecho- y me extendió la mano.
Ma sí dije yo, siempre soy
el boludo de los escrúpulos, yo le quise avisar, que se joda. Y le estreché la
mano.
Fui al baño y saqué los cuatro
mil pesos de todos lados, calzoncillo, medias, bolsillos, los conté y claro,
como no soy ningún boludo le dije que teníamos que escriturarlo. Pero que yo no
tenía un peso más.
- Mire
que casualidad- me dijo el japonés recobrando la sonrisa típica de su raza
honorable- conocí escribano en este
viaje. Nos hicimos amigos. El seguro lo va a hacer de ¡cómo le dicen ustedes
¿guachada?
- No-
me reí- gauchada- y mi sonrisa se borró porque sentí que la guachada se la
estaba haciendo yo con el curro de los pesos-dólares.
Bajamos, me presentó a su amigo, hicimos los papeles en
diez minutes. Me fijé en todo. No soy un gil. Que coincidieran números de
documentos, que dijera claramente que la propiedad del faro pasaba a mi nombre
con todo lo que contuviera. Sí. Estuve muy atento.
En ese momento el barco empezó a moverse para regresar de
la visita.
Lástima que no había podido siquiera visitarlo. Pero el
ponja me había dicho que todo estaba en orden. El dormitorio. Calefacción.
Pieza de huéspedes.
Subí a cubierta para ver como se iba quedando atrás la
imagen del ahora MI Faro del fin del mundo.
Pero en la semana vendría a tomar posesión. El japonés me
había dado tres llaves. Sí, les escribiría a mis hijos para que me mandaran un
giro para alquilar una lancha para ir a Mi faro. Que contentos se iban a poner.
Además era un negoción. Iba a hacer visitas guiadas para que lo conocieran por
dentro. Me iba a llenar de guita. Chau buenos aires con tu smog y mal humor. A
vivir del aire marino y la hermosa vista desde la cabina superior del faro.
Ah…. Ni que decir…. Ustedes están invitados, sin cargo
eh? Lástima que al bajar del barco no
pude volver a ver al japonés para saludarlo. Mejor, así no me agarraba un poco
de culpa.