miércoles, 25 de enero de 2012

Cuento narrado en el Tombocuentista: Cambio de hora

Cambio de hora

Esperaron con ansiedad que las agujas del reloj llegasen al número doce.
La información que anunciaron por la radio y la noticia del periódico habían sido suficientemente claras: A la hora veinticuatro del día catorce de marzo se debían retrasar los relojes hasta la hora veintitrés. Por una cuestión de ahorro de energía, o algo así.
Y desde la mañana, ellos aguardaron impacientes ese tiempo extra.

“Al dar las doce” ella corrió hacia el despertador e hizo retroceder el minutero una circunferencia completa, mientras él hacía girar una vuelta a la perilla de su reloj pulsera.
Con mucho entusiasmo se pusieron a preparar café, se desafiaron a jugar un partido de damas y escucharon a todo volumen la música que escapaba desde la frecuencia modulada de la radio. Ella reía con frenesí mientras sus fichas saltaban sobre el tablero devorando a las contrarias y él protestaba por su torpeza mirando de reojo la redonda cara del reloj que le anunciaba el final de esa hora inventada.
Y con el último sorbo de café volvieron a llegar juntas las agujas al número doce.

Fue entonces que ellos se dieron cuenta que aún era catorce de marzo, en su hora veinticuatro, y de acuerdo con el anuncio de la radio y de los diarios, debían llevar las manecillas de los relojes hasta la hora veintitrés, por aquella cuestión del ahorro de energía.
Ella volvió a correr hacia el dormitorio y él retrocedió el minutero una vuelta entera. Inmediatamente fueron hasta la heladera, sacaron de allí una gaseosa y de la alacena galletitas, las llevaron a la sala e instalados frente a la pequeña biblioteca eligieron libros que habían comprado hacía mucho, y turnándose, comenzaron a leerse uno a otro trozos de novelas o de cuentos favoritos. Hasta que cansados y con la voz lastimada por el énfasis puesto en la lectura, observaron que se esfumaba esa hora suplementaria del día.
Pero teniendo presente que todavía era catorce de marzo y sabiendo que en este último momento del día debían retroceder las agujas hasta las once de la noche, se dispusieron a cumplir otra vez con el ritual.

Ahora ella fue caminando hacia la mesa de luz y ambos hicieron desandar los relojes un giro completo. Serenamente apagaron las luces de las habitaciones, quedando encendida solamente la del equipo musical. Dejaron que escapara de él un tema de música lenta y bailaron muy apretados protegidos por la penumbra del ambiente. El final de esta nueva hora los sorprendió desnudos, tendidos en la cama, serenamente relajados después de haber hecho el amor.

Cuando ella miró el reloj, las empecinadas agujas insistían nuevamente en encontrarse al tope de la numeración. Y ellos volvieron a recordar que a esa hora y por ser ese día catorce de marzo debían retrotraerlas sesenta minutos por aquellos motivos del ahorro de energía.
Esta vez se movieron con marcada lentitud y decidieron aprovechar este nuevo tiempo asomándose al balcón para tomar el aire fresco de la noche. Se vistieron a medias, prepararon el mate, y con un fondo de estrellas conversaron vivamente, casi encimándose en la necesidad de contarse cosas. Hasta que el agua se enfrió y los ojos se les cargaron de sueño y entraron en la habitación. El reloj volvía a marcar el final de la jornada. Y ellos sabían que en ese preciso instante debían devolverlo a la hora veintitrés. Así lo hicieron. Una y otra vez. Hasta agotar la provisión de café y de gaseosas. Los besos y las charlas. Los juegos y los libros. Retrocediendo las agujas constantemente, casi arrastrándose por los pasillos del departamento.

Cuando los encontraron, ella estaba caída sobre uno de los costados y tenía entre sus manos un reloj despertador que había detenido su marcha en la hora veinticuatro. El yacía sobre una silla sujetando su reloj pulsera cuyas pilas estaban descargadas y las manecillas coincidían en el número doce.
Nadie supo que ellos jamás llegaron a vivir un solo minuto del día quince de marzo, ni que habían disfrutado a pleno todas aquellas horas regaladas.

………………………………..Cambio de hora…………………………… Juan Pedro Mc. Loughlin .

Narrado en el Trombocuentista, espectáculo de Pablo Tapia y Juan Pedro Mc Loughlin.